26 de marzo de 2014

ifwhiteamericatoldthetruthforonedayit'sworldwouldfallapart

Es fácil proteger el cuerpo exterior de flechas envenenadas, pero es imposible de proteger la mente de los dardos envenenados que se originan dentro de sí misma. La codicia, la ira, la locura y las obsesiones del egoísmo; estos cuatro dardos envenenados se originan dentro de la mente y la infectan con veneno mortal.

Hay días en los que te levantas, y te maravilla todo. Más que maravillarte, te inquieta. Todo es interesante, todo es misterioso, todo parece encerrar algo que tú no eres capaz de comprender. Cuando eso pasa, ¿es que estás inspirado o que has tenido la suerte de encontrarte con muchas cosas fascinantes en poco tiempo?
Desearía tener tiempo, tiempo para leer y pensar. Pero siempre que tienes ese tiempo, de repente ya no sabes por dónde empezar.


Estás obligado a sentir respeto hacia gente e instituciones que consideras absurdas. Vives cobardemente apegado a convenciones morales y sociales que desprecias, condenas y sabes que no tienen fundamentación ninguna. Esa es la contradicción permanente entre tus ideas y deseos y todas las formalidades muertas y vanas pretensiones de tu civilización, que te entristece, te perturba y te desequilibra. En ese intolerable conflicto pierdes todo el disfrute de la vida y los sentimientos de personalidad, porque constantemente suprimen, restringen y controlan tu libre albeldrío. Esa es la herida envenenada y mortal del mundo civilizado.

5 comentarios:

  1. El Aninónimo, con ojeras26 de marzo de 2014, 11:54

    Hay que echar el freno a veces. Sé de la sensación que describes y es bastante intranquilizadora. Fíjate en qué estado llego a estar algunos días, como si hubiera algo que me persiguiera o tuvieta que justificarme constantemente de qué hago y porqué o qué no hago y porqué no; que cuando un día consigo hacer dos o tres cosas de las que me propongo, sencillas, absurdas, pero que las consigo empezar y acabar sin que otras cosas "de tremenda importancia" me interrumpan; acabo el día pensando: caray, qué bien me siento, puedo tachar un par de cosas que había apuntado en la lista...
    Vivimos como si un Miura nos fuera detrás constantemente y tuviéramos que ir dejando todo para después porque todo lo que se nos presenta es más importante que estar tranquilo y hacer las cosas poco a poco y con calma (que no significa con parsimonia ni abandono).
    No sabemos administrar el tiempo, parece que tengamos que quemarlo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dios, yo también hago listas. Adoro hacer listas, hago listas de todo. Pero mis listas más frecuentes son las de "cosas que hacer", y odio cuando tienen sobre cinco elementos y apenas he conseguido tachar uno.

      ¿Qué es importante? No lo sé, obviamente hemos de cumplir con nuestras obligaciones, pero tal vez después de algún tiempo sintamos como una obligación pendiente el haber hecho todas esas cosas que queríamos y a las que nunca les condecimos tiempo.

      Eliminar
  2. Tendrás tiempo. De verdad, ahora mismo veo coas mucho más claras que hace... igual dos años, tampoco hay que alejarse mucho.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas cosas pueden cambiar en dos años. Lo que me da miedo es que cuando al fin tenga tiempo para hacer todo lo que quiero hacer, lo que me falte sean ganas.

      Eliminar
  3. Igual te faltarán ganas para lo que querrías estar haciendo ahora, pero tendrás ganar de pedir otra margarita en tu resort favorito (wait..., WHAT?) o de gritar más alto en el concierto del grupo que ya has visto seis veces en vivo. Los intereses cambian, pero eso es bueno, ¿no?

    ResponderEliminar