7 de marzo de 2018

¿Por qué nos gustan los dibujos tristes?

Empecé a hacerme esa pregunta hace unos diez días al empezar a ver BoJack Horseman. Empecé a ver esa serie porque alguien que me conoce bien me la recomendó, y efectivamente qué me pega a mi más que dibujos, sarcasmo y diálogos depresivos sobre lo vacía que es la existencia: pues nada. La cuestión es, que últimamente hay una tendencia hacia este tipo de género. Quizá esto sea menos compartido, pero ya dije muchas veces en su día que a mi Rick y Morty me pone triste. Quiero decir, me reí con ella, me gustaron sus giros y la trama retorcida que tiene, pero lo que más me gustó es ese trasfondo de personajes rotos que hace que al final de cada episodio te sientas una mierda. ¿Por qué buscamos sentirnos una mierda? ¿Por qué nos sentamos delante del ordenador a ver personajes animados que saben que podrían suicidarse en cualquier momento, pero por pura inercia no lo hacen? ¿Por qué nos quedamos con ese pensamiento viendo nuestro reflejo en la pantalla mientras van pasando las letras de créditos? En mi opinión es algo generacional; quizá en su día la gente joven se sintió miserable con Rebelde sin causa, o con Forrest Gump y hoy necesitamos cristalizar esa nostalgia que nos produce seguir viendo Boing con 25 años en forma de dibujos tristes.


Es como si empezáramos a ver Disney Channel en los 90 para divertirnos, para pasar un buen rato comiendo lacasitos sentados en el suelo de nuestro cuarto, y ahora sigamos dejando correr las horas en el suelo de nuestro cuarto pero hace ya mucho que no pasamos un buen rato. Hemos visto cómo las estrellas del club Disney se hacían mayores, se convertían en iconos sexuales y después intentaban solucionar sus crisis personales a golpe de cocaína. Cómo los dibujos que veíamos dejaban de ser ingenuos poco a poco para intentar inculcar valores, y al final han acabado surgiendo dibujos nuevos que ya no tienen por qué inculcar nada porque ni siquiera están dirigidos a un público infantil. Hemos crecido sin dejar de ver dibujos porque no queríamos crecer, y al final los dibujos han crecido con nosotros. Qué hay mejor que identificarte con un caballo alcohólico para confirmar que tu vida es una mierda.

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