Hace ya mucho tiempo que vi esta imagen en tumblr por
primera vez. Lo primero que me sugirió fue hipocresía. Todas esas personas que
piensan pestes de todo el mundo pero que nunca dicen nada, porque saben que les
va mejor sin hacerlo.
Volví a encontrármela tiempo después, pero por alguna razón,
lo interpreté de forma diferente. Pensé en todas esas niñas de 12 años, que se
consideran radicalmente opuestas a todas las niñas de su edad y creen haber
descubierto las Américas al pronunciar “nadie me entiende”. Se ven a sí mismas
como unas incomprendidas, las Bécquer de su tiempo, que no pueden expresar con
libertad sus pensamientos porque no están a la altura de los que las rodean;
cuando en realidad esos pensamientos son el niño que las gusta.
Hace poco he vuelto a encontrármela, y me he dado cuenta de
que tal vez, esta imagen sea yo. El mayor problema que he tenido desde siempre.
La impotencia de no poder decir lo que uno quiere decir. ¿Por ser hipócrita?
No. ¿Miedo a no ser comprendido? Tampoco. Es simplemente imposibilidad. Es el
hecho de necesitar profundamente decir algo y no hacerlo nunca, por culpa de
una barrera invisible y desconocida entre el que desearía ser emisor y quien
nunca llegará a ser receptor. Barrera invisible, desconocida pero absolutamente
real.
Me he dado cuenta de que soy la personificación de la frase
“mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca y confirmarlo”.
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