Siempre me ha fascinado cómo el
cine puede hacernos sonreír, llorar, reír; lo mismo es aplicable a los libros,
pero quizá me sorprenda más en el cine porque ocurre todo demasiado deprisa. En
apenas dos horas te ha dado tiempo a sentir interés, curiosidad, a sonreír, a
desear que pase una cosa u otra y a llorar como una magdalena. Todo ante una
pantalla, al presenciar acontecimientos completamente ajenos a ti, que ni te
van ni te vienen y en la mayoría de los casos ni siquiera existen: es todo pura
invención, fruto de la imaginación de alguien, y sin embargo nos hace llorar.
A veces me pone triste que mi
propia vida no sea como en las películas. Quiero decir, es obvio que la mayoría
de la gente no puede tener una vida tan interesante, pero a veces me da pena
que no se parezca ni un poquito. Incluso cuando una película es triste, a veces
también me pasa esto; desearía poder sentir esa tristeza, tener un motivo tan
importante para estar triste. Las personas de verdad sólo estamos tristes por
estupideces.
Pese a todo, algunos días estoy
haciendo cualquier cosa y me da por pensar “esto podría ser la escena de una
película”; sería una película de mierda, pero bueno, el caso es que podría
serlo. Todo podría ser rodado e incluido en una película independiente europea
que a nadie le importa. Supongo que la vida no es más que eso: una película mala
que nos esforzamos toma tras toma por mejorar, por que salte a los mejores
cines y que tenga las mejores críticas. En último término, por que pasen 50
años y aun le siga interesando a alguien.
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