25 de julio de 2017

Demoledores

Odio cuando alguien suelta una frase demoledora, como si nada, y deja a otra persona destruida. Cuando era pequeña solía pensar que la gente que hacía eso, los demoledores, lo hacían sin querer. Parecían tan fríos, tan indiferentes, que pensaba que era imposible que fueran conscientes de los cadáveres que dejaban a su paso. Pero a medida que fui haciéndome mayor y fui topándome con más y más demoledores, me di cuenta de que eso es exactamente lo que quieren que pienses. Sueltan una frase de mierda, una frase corta y perfectamente estructurada que saben que irrumpirá palabra por palabra en el corazón de la otra persona. Y lo hacen con desdén, con un tono de superioridad que pretende dejar claro que no eres tan importante; que la intención de la frase demoledora no es herirte, pero que si lo hace será simplemente porque es cierta. 

 Odio ver cómo un demoledor lanza con éxito su dardo envenenado, haciendo que otra persona se derrumbe en silencio. Odio ver cómo el receptor encaja el golpe, con estoicismo fingido y una mueca que se quiebra mientras una lágrima lucha por no rebosar el lacrimal. Odio ver cómo algunas peronas juegan con otras a modo de piezas, en un retorcido tablero de ajedrez.


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